Setenta años después de la liberación del campo de
concentración, su memoria recuerda cómo el odio racial enloqueció a un pueblo y
sembró el terror en Europa Jefes de Estado y representante de más de 40 países
conmemorarán este próximo martes en Polonia el 70 aniversario de la liberación
del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. También asistirán cerca de
300 supervivientes, preciosa memoria viva del símbolo más terrible de la
historia moderna. En otros lugares, incluida España, se celebrarán actos para
recordar el Holocausto, pero, sobre todo, para que no olvidemos y nunca dejemos
de tener presente cómo el odio racial enloqueció a un pueblo y sembró el horror
en Europa.
La tarde del 27 de enero de 1945, una patrulla de reconocimiento
de la 107 División de Fusileros del Ejército Rojo, al salir de un bosque en
medio de la nieve, atisbó el complejo de campos de concentración y de
exterminio de Auschwitz-Birkenau. Allí, a 43 kilómetros de la ciudad polaca de
Cracovia, se encontraron con 7.000 supervivientes, sombras humanas, famélicas y
exhaustas. Pese a los cuidados médicos facilitados de inmediato, solo
sobrevivieron la mitad.
Apenas una semana antes, 58.000 internos considerados capaces de
caminar fueron obligados a salir de los campos y dirigirse hacia el oeste en la
llamada ‘Marcha de la muerte’. Entre 9.000 y 15.000 presos murieron de frío,
cansancio o fusilados en una agotadora caminata de más de doscientos kilómetros
a temperaturas de 20 y 30 grados bajo cero con el único abrigo de su uniforme a
rayas. Los que sobrevivieron fueron repartidos por otros campos de
concentración en los que sufrirían durante los tres últimos meses de la guerra
condiciones más terribles que las que habían padecido antes de miseria, hambre
y enfermedades.
Jorge Kleinman, superviviente de los campos de concentración. /
Foto y vídeo: Virginia Carrasco
Los hombres de las SS tenían mucha prisa en retirarse y en
eliminar pruebas de la matanza. Volaron las cámaras de gas y los hornos
crematorios de Birkeanu y se dio la orden de liquidar a todos los prisioneros demasiados
enfermos para ser trasladados. No se sabe la razón, pero las SS solo mataron a
un par de centenares de los 8.000 que habían quedado. Probablemente estaban muy
ocupados en destruir pruebas. Una labor ingente, imposible de culminar con el
Ejército soviético lanzado a la ofensiva.
Entre las pruebas mudas del exterminio quedaron 368.020 trajes
de hombres, 836.255 abrigos y vestidos de mujer, así como siete toneladas de
cabello humano. Pertenencias del millón cien mil personas que fueron allí
exterminadas, el 90% judíos. Antony Beevor en su magnífico libro sobre la
Segunda Guerra Mundial apunta la idea de que el método de producción en cadena
utilizado en los campos de exterminio fue fruto de la influencia de Henry Ford,
que a su vez sacó la idea del sistema empleado en los mataderos de Chicago.
Historiadores, psicólogos y sociólogos han tratado de elucidar
las razones que llevaron a este gigantesco acto de barbarie. Se ha aducido la
trasposición de valores y marcos de referencia que aplicó con eficacia y
violencia el régimen nazi, beneficiado de las circunstancias históricas
heredades de la Gran Guerra y por una tradición militarista a ultranza. Aun así
a día de hoy resulta difícil de creer las cotas de atrocidad que se alcanzaron
y cómo fue posible. Para el historiador británico Ian Kershaw, "el camino
hacia Auschwitz se construyó con odio, pero se pavimentó con
indiferencia".
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